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Ruido

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Vivimos en un ruido constante que nos persigue. A mí personalmente el silencio me atrae y cuando logro ese silencio lo respiro. Sin embargo, el silencio completo no existe. Siempre hay algo, nuestra respiración, nuestras palpitaciones. Solo nos liberaremos del ruido muriendo, algo que no me asusta pero me entristece.    El ruido a veces es turbador, el motor de un coche, los frenos de una bicicleta, el chirriar de los vagones de metro en una curva, cerrar una ventana corredera, los cierres metálicos de las tiendas, un trueno... Aunque no todos los ruidos son turbadores. El soplar del viento, el crepitar del fuego en una chimenea, la tormenta, lo pasos de alguien a quien tienes ganas de ver y que escuchas cómo gira la llave de la puerta y se acerca donde tu estás... Pero el ruido que más me gusta es la música cuando no hace ruido, valga la redundancia. Cuando el ruido es convierte en armonía, esa melodía también la respiro, nado en ella y me dejo mecer. De esa música sin ruido salen mis

Entre tanto

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  Escribo para no envejecer porque a veces me siento olvidada y mal querida, humillada y despreciada. Hundida y ahogada. Me puede el desasosiego y me inunda un mar de miserias que tu conoces y que me recuerdas cuando me dejas de lado. Sin embargo y a pesar de todo, te quiero porque sé que tu también me quieres, que es tu forma de ser. Aún así, te amo.

El olor de a quién amas

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Algo por lo que hoy he empezado a escribir de nuevo es porque he estado hablando con una gran amiga por whatsapp. Qué alma más grande y especial, qué inspiración y que amistad tan imprevista. Sus estados de whastapp y los míos, nos ha conectado de forma extrañamente divertida. Es un lujo leerla y poder descubrirla. Hablamos de sensaciones.  Ella me cuenta algo que yo comparto, pisar la arena de la playa suavecita (cuando está en sombra, dato importante), escuchando el mar y sintiendo la brisa 🧡 “Conectar con eso me ha hecho sentir bien” me confiesa. Yo añado: “Los paseos por la playa, el olor a tierra mojada, a césped recién cortado... pequeños placeres para el alma que dan paz”.   A la vez que ella escribe “El olor a ozono antes de la lluvia, el olor de un plato caliente un día de mucho frío, el olor a bebé, el olor del pan caliente, el olor del azahar, el olor del chocolate caliente…” Y algo que no puede faltar a estas edades que dormimos menos de lo debemos: “El olor a café”, sub

2021 el retorno

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  2021   Llegó este nuevo año dando un zarpazo. Llegó después de un año de pandemia, de muertes, de confinamientos, de lucha contra los elementos. 2020 ha sido un experimento, una experiencia, un año de una acuciante impotencia. Parece que el 2020 es como esos capítulos de una serie que se quedan a medias, que no terminan como el resto, que se quedan en un “Continuará…” A mí eso me ha dado una rabia terrible siempre. Ese “Continuará…” es 2021. El año pasado que queríamos que terminara sigue de forma encubierta en nuestra retina, con los recuerdos de los 3 meses de confinamiento, con los horarios para salir y entrar a casa, con los niños y sus clases online. Haciendo puzzles, ejercitándonos con las tablas de gimansia de YouTube, aplaudiendo a las ocho de la tarde a los sanitarios que caían como moscas en los hospitales donde no se sabía cómo combatir el virus; escuchando a los políticos su ignorancias y sus meteduras de pata constantes… Por otro lado, en los 5 minutos de